Actualizado: 24 de junio de 2025
Escrito por: Adrián Oliva
Las piedras de Go no pesan mucho. Son pequeñas, lisas, cómodas al tacto. Sin embargo, quienes las han sostenido por un largo tiempo, o en el calor de una partida intensa, saben que, a veces, algo tan ligero como una pluma puede sentirse tan pesado como una estrella en el universo.
El peso de una piedra no se debe al material que la compone, sino a lo que representa. Porque hay momentos en la partida en los que tomar una piedra, sostenerla apenas unos segundos antes de colocarla y soltarla sobre el tablero se convierte en un acto cargado de energía. En especial en situaciones críticas, esa piedra no es solo una piedra: es una decisión. Una que puede cambiar el rumbo de la partida… o de la vida misma. Y de ahí su peso.
Al principio, cuando estamos aprendiendo sobre Go, todo es más ligero. Las primeras partidas están llenas de movimientos sin pretensión, sin miedo, sin mucha lógica. Jugamos para ver qué pasa, como quien dibuja sin seguir líneas. Las piedras caen sin peso, sin historia, sin valor aparente.
Pero a medida que crecemos en experiencia y comprensión, nuestras jugadas comienzan a transformarse. Notamos que cada piedra tiene sentido, que hay una razón para colocarla en una intersección y no en otra. Descubrimos formas que nacen, grupos que respiran y se ahogan, territorios que se trazan. Como si encontrásemos que las piedras tienen un propósito, un valor, un peso. Y esa piedra colocada se convierte en un acto de madurez: una afirmación de lo que se comprende y, a veces, de lo que aún no se alcanza a entender
Y así, lentamente, aprendemos a sentir su peso. No es un peso que duela, sino uno que enseña.
Desde el instante que nuestro tacto entra en contacto con las piedras, tomamos una entre el montón con los dedos, visualizamos el punto, contenemos la respiración y finalmente… la soltamos, provocando un sonido elegante y profundo.
El rival observa, pero tú estás solo. Solo frente a tu decisión. Y en ese momento, breve pero eterno, la piedra cobra sentido. Se vuelve más que una simple piedra: es una afirmación de tu determinación, de tu ímpetu.
Tal vez por eso el Go se vuelve tan atractivo para muchos: porque llega a trascender el tablero, llevándonos a pensar también en nuestras decisiones fuera de él.
Porque fuera del juego también tomamos decisiones. Algunas livianas, otras que cargan años. A veces actuamos sin pensar, como quienes juegan sus primeras piedras. Pero otras veces —y ojalá cada vez más— entendemos que nuestras acciones tienen un efecto, una consecuencia. Que la intersección donde dejamos caer nuestra piedra —o nuestra decisión— tendrá un eco que resonará por el resto de nuestra vida.
Una piedra no pesa por su tamaño, sino por lo que representa.
Y en el Go, como en la vida, esa decisión puede cambiarlo todo.